kjh

kjh

martes, 28 de junio de 2016

Elecciones

Desde que nacemos nos obligan a elegir. Elegir para posicionarnos, para definirnos, para formar parte de un grupo u otro. Siendo muy pequeña ya había quienes me empujaban hacia elecciones que requerían un elevado e innecesario coste de oportunidad: ¿A quién quieres más, a tu madre o a tu padre? ¿Quién es tu mejor amig@?

A los 6 o 7 años tuve que elegir de qué equipo de fútbol era, pues de niños era obligatorio pertenecer a un bando, al que ganaba la "copa de los meaos" o al que se la bebía. Ya entonces empecé a notar que yo debía ser un bicho raro, pues cada vez que ganaba "mi" equipo me daba pena el que perdía.

Me preguntaron también cuál era mi número favorito, pero siempre que me decidía por el 5 me pesaba dejar al 1, que también me gustaba. Tuve que elegir un animal, pero aunque me decantara por el perro, no podía evitar acordarme del delfín y del koala. La comida era un dilema. Si elegía los huevos fritos parecía traicionar a las migas, y viceversa. Y lo del color si que me costaba, así que a veces fue el verde, otras el rojo, y algunos días el azul.

Habiendo tantas opciones, ¿por qué reducirlas a una sola?

Porque no sólo nos enseñaron a elegir, sino también, a rechazar el resto de alternativas. Así, tu partido político, religión o bandera se convierten en la única verdad, la que está por encima del resto, provocando segregaciones y aversiones que acotan nuestra visión del mundo. Si solo ves un color, nunca podrás apreciar el arcoíris.

Por eso te digo:

Contempla todas las posibilidades y nútrete de lo positivo de cada una,
respeta al que no eligió lo mismo que tú,
elige con criterio, que nadie lo haga por ti,
deja puertas abiertas a la reconsideración y al cambio de opinión,
no tengas miedo a equivocarte,
y a veces, date el lujo de no elegir,

porque mientras no elijas...
¡todo sigue siendo posible!



No hay comentarios:

Publicar un comentario