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martes, 22 de septiembre de 2015

Carmina o revienta y amén

Paco León me sorprende como director, contando historias tan reales como inventadas. Simples pero inteligentes. Muy divertidas las dos partes, tanto Carmina o revienta como Carmina y amén.

No suelen gustarme especialmente las comedias españolas, pero estas son de las pocas excepciones que rompen la regla. Por una vez me gusta la vulgaridad de los personajes, que los hace creíbles pero no sobreactuados, como suele ocurrir en este tipo de cine.

Hay películas que me hacen reflexionar sobre su trama, producción o personajes. Las de Paco León me dejan pensando en él y en el estilo de este director novel que tiene sello propio. Amén.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Camino de las utopías

"Dicen que hay que conformarse con las cosas que no se pueden cambiar, que hay que tener valor para intentar cambiar las que si se pueden cambiar y que hay que tener sabiduría para distinguir unas de otras. Pues a nosotros nos falla lo de la sabiduría".
Extremoduro

...Y es que a mi también me falla lo de la sabiduría. No me gusta conformarme y esto no debe ser bueno, pues todas las cosas a las que dedicamos atención acaban ocupando más lugar en nuestra vida. Si pasamos el día protestando por aquello que no nos gusta, nuestra actitud será más negativa que si nos centramos en lo que nos hace sentir bien. Por lo tanto, debemos enfocarnos únicamente en lo positivo para encontrar la calma.

Intento trabajar sobre esta idea, y en los breves periodos de tiempo que lo consigo reconozco sentirme más estable, más serena. Pero una fuerza congénita parece resetear lo aprendido y vuelvo a irritarme ante todo lo que no encaja en mi código moral, reivindicando en muchas ocasiones causas perdidas.
Nunca insulto ni falto el respeto para mostrar mi desacuerdo, pues la tolerancia es esencial para una convivencia pacífica. Sin embargo creo que debemos ser intolerantes ante la violencia, el despotismo o la injusticia. Tampoco apruebo la informalidad, el poco compromiso o la insensatez. La libertad de expresión nos permite rebatir ideas, defender nuestros principios y reclamar lo que nos parece ético y honrado. ¿Por qué renunciar a ese derecho?

Hace tiempo que sufro una lucha interna entre estas dos actitudes para afrontar la vida. Mi yo más intuitivo y mi yo más reflexivo se enfrentan cada día en la búsqueda del camino correcto.

Los sabios espirituales, apoyados por maestros y psicólogos de la inteligencia emocional afirman que el entrenamiento mental a partir de prácticas contemplativas nos ayudan a encontrar la armonía, el bienestar, y en consecuencia, la felicidad. Esto supone centrarse en lo más esencial, en el momento presente, sin juzgar.

Sin embargo, ese camino de la sabiduría me obliga a desoír al que prejuzga sin conocer, al que se ríe de las desgracias ajenas, al que desea un mal a otro, al que se burla de un defecto físico, al que critica lo que no le incumbe, al cínico, al egoísta, al homófobo, al machista... 

El sabio es el que respira hondo, sonríe, y continua su camino sin desestabilizar sus emociones. Debemos angustiarnos sólo por nuestras propias culpas, pero no deben incomodarnos demasiado los defectos de los demás, pues son de ellos y no nuestros.

La teoría es sencilla, pero aún ando un poco lejos de poseer esa sabiduría. Un comentario o situación indebida puede "amargarme" literalmente el día. No reclamar lo que considero correcto supone negar una parte innata de mi personalidad que hace que sea quien soy. 

Entonces...¿qué camino escojo? ¿Cómo trabajo ese bienestar que me aporte calma y paz si no soy capaz de obviar lo que me indigna?
Quizás la solución esté, como siempre, en el equilibrio. Intentar no conformarse con "lo que no se puede cambiar" sin que eso te robe el sueño.

En cualquier caso, no es trabajo fácil. Mientras tanto seguiré vagando por el camino de las utopías...


Estoy buscando una respuesta
que lleva el viento
y voy detrás de todas las tormentas
y no la encuentro.
y voy detrás de todas las tormentas
por si la encuentro...