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sábado, 3 de enero de 2015

EAT PRAY LOVE


La adaptación cinematográfica de la novela de Elizabeth Gilbert llamó mi atención desde su estreno. Sin embargo, no me atreví a verla hasta hace poco por su mala crítica, que la cataloga de pésima, pastelosa, poco creíble y llena de tópicos.

Hace unas semanas mi hermana me sugirió darle una oportunidad, al vernos reflejadas de alguna manera en aquella mujer que necesita huir de las banalidades de la sociedad para encontrar su verdadera identidad y darle sentido a su existencia. Hice bien. Omitiendo que pocos mortales podríamos permitirnos un año sabático para viajar por Italia, la India y Bali, me pareció una película emotiva, positiva, con mucha luz y belleza.

Lo de "poco creíble" es algo subjetivo. No necesitamos vivir en esos destinos para conocernos; la vida ya es un continuo viaje. Entended la metáfora y no os estanquéis pensando que nunca podréis visitar a un monje budista. El resto no me puede parecer más creíble, ¿o acaso nadie ha sentido miedo e indecisión, desgana en una relación, miedo a vivir una vida en la que no encaja, o necesidad de encontrar el equilibrio?

Por otro lado, se la tacha de mostrar una falsa espiritualidad. Para mi, todo lo contrario. Busca el autoconocimiento y la armonía a través de la meditación sin tocar apenas la religión. La clave está en la búsqueda de uno mismo y no en la búsqueda de un Dios.

Sólo si eres una persona soñadora, inquieta y espiritual te gustará esta historia donde comer, rezar y amar son las claves de la felicidad.

Es importante saber dónde estás en cada momento. Justo aquí está el equilibrio perfecto. El encuentro de cielo y tierra. No demasiado dios, no demasiado egoísta, de otra forma la vida se vuelve una locura. Si pierdes equilibrio, pierdes poder.

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